La especificidad de la infancia
como etapa de la vida del ser humano ha puesto de manifiesto la
necesidad de estudiarla. Así, se ha establecido al niño en su primera
infancia como un persona con una serie de capacidades encaminadas al
desarrollo y, por lo tanto, con un altísimo valor desde el punto de
vista de la psicopatología.
Si bien es esencial entender este desarrollo como un proceso
constructivo en el que el papel del niño es activo no se puede olvidar
que la estimulación física y social de adultos e iguales va a promover
este desarrollo.